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Una mejor conexión con las zonas rurales brinda más oportunidades a los jóvenes en América Latina

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En las últimas décadas, se han observado notables avances económicos y sociales en América Latina; sin embargo, las brechas entre quienes consiguen disfrutar de estas mejoras y quienes aún permanecen en desventaja, marginadas y excluidas, persisten en el tiempo y recorre todos sus territorios.  
Así lo demuestra una vez más el Informe Latinoamericano sobre Pobreza y Desigualdad del Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural (RIMISP) el cual aborda la importancia de las personas jóvenes en el desarrollo de América Latina, y los desafíos que este grupo enfrenta en sus procesos de inclusión económica y social. El informe constata el avance de México, El Salvador, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Chile, en el cumplimiento de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas para el desarrollo sostenible; discute los aspectos que inciden en el crecimiento de los territorios con mayores dificultades y destaca experiencias innovadoras en la generación de oportunidades para la población joven.

El Informe revela que, dentro de cada país, algunos territorios siguen quedando rezagados; es decir, avanzan por detrás del promedio, y algunos de ellos incluso retroceden, esto en el cumplimiento de siete de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) ofreciendo menos oportunidades en educación, salud y empleo para sus poblaciones y especialmente, jóvenes hombre y mujeres rurales. 
“Los territorios más rezagados comparten ciertas características: son más rurales, poblacionalmente pequeños y, en algunos casos, también muestran mayor proporción de población indígena. No se trata de un fenómeno aleatorio” dice Miguel Albacete, investigador de Rimisp y uno de los autores del informe. 

Además, en estos territorios, la juventud enfrenta mayores obstáculos a la hora de perseguir sus proyectos de vida.

A partir de un análisis econométrico con datos de Perú y Colombia, el informe da cuenta de las variables demográficas y territoriales que inciden en la inclusión económica de los jóvenes como el género, el nivel educativo, la especialización productiva del territorio, y su nivel de conectividad vial. Se observa que en territorios donde existe una buena conexión con las zonas más pobres presentan una menor proporción de jóvenes que no estudian ni trabajan.

Asimismo, el Informe Latinoamericano expone seis casos de éxito, de territorios rurales y rural-urbanos en México, El Salvador y Perú, que sí consiguen ofrecer mayores oportunidades de desarrollo a su población joven. 


¿Cómo lo hacen? En dichos territorios, “existe una alta capacidad de agencia y coaliciones sociales, diversidad de oportunidades económicas en la estructura productiva, vínculos con las ciudades pequeñas, medianas y mercados dinámicos, y, finalmente, políticas públicas que promueven la educación, emprendimiento y empleabilidad de los y las jóvenes”, explica Daniela Castillo, asistente de investigación de Rimisp y coautora del Informe. 

Si bien no existe una fórmula mágica para incluirlos en las economías locales, la investigación de Rimisp expone que las últimas transformaciones de dichos territorios han redundado en más oportunidades laborales y productivas para las y los jóvenes. “En general, los jóvenes tienden a emplearse en mayor medida en las nuevas actividades, ya sean agrícolas o de servicios. Por otra parte, con una sola excepción, todos los territorios analizados se vinculan fuertemente con zonas urbanas, en mediana o gran medida; esto ofrece a los jóvenes las posibilidades de estudiar y trabajar sin necesariamente tener que migrar”, señala la investigadora. 

Otro factor que podría explicar este éxito es que, en tres de los seis territorios analizados (Allende en México, Santiago Nonualco en El Salvador, y Carumas en Perú) las políticas municipales, en alianza con organizaciones públicas y privadas, promueven la continuidad de los estudios, la empleabilidad, el emprendimiento, el empoderamiento y la participación de los jóvenes rurales. 


De este modo, para diversificar el tipo de actividad económica que predomina en el territorio, e incluir a los jóvenes en las economías locales, se necesitaría abordar las dinámicas particulares de cada territorio, pero también “cambios institucionales tendientes a implementar políticas públicas de educación, promover inversiones en bienes públicos y poner en valor la diversidad e identidades territoriales”, así lo indica María Ignacia Fernández, directora ejecutiva de Rimisp, y coordinadora de la publicación.
Finalmente, resultaría clave “promover y fortalecer la capacidad de agencia de los propios jóvenes y sus organizaciones, así como lo demuestran varios de los casos estudiados en el Informe, donde los jóvenes mujeres y hombre se organizan y dialogan con las autoridades locales y otros actores del territorio”, acota la doctora en Sociología.

Para leer el Informe Latinoamericano sobre Pobreza y Desigualdad completo aquí 


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